Por Cesar Gutierrez
La comunicación política Dominicana siempre ha tenido características propias difícilmente comparables con otras democracias del mundo. Una de esas singularidades tiene que ver con la facilidad con la que los sobrenombres ganan el espacio comunicativo y político con una fuerza excepcional y propia de nuestro folclor. Recordarán, por ejemplo, el nombre de comesolos con que se identifico a los funcionarios peledeístas del primero de sus gobiernos, cuando se implemento la politica de recibir directamente a los ciudadanos que querian sacar una placa o comprar algun servicio en una oficina publica lo que dejo sin empleos a los que se dedicaban a la funcion de “tributarios”, labor que siempre hicieron con la complicidad de los funcionarios de adentro.
En el congreso nacional existió por mucho tiempo el fantasma del hombre del maletín que nadie veía pero si sus efectos cuando algun sector poderoso quería o no que se aprobara una ley que lesionara sus intereses.
Por lo particular del caso de los negocios en el PRD. Podríamos decir que son como el gato que cada vez que se le esta acabando la vida, se inventa otra vida y se dice que tienen hasta siete vidas por eso el PRD. Reedita lo del 2y2 que trajo muerte y división en la familia dominicana, pues como es sabido solo una persona cumplió y fue porque lo nombro el presidente mejía el gobierno para que desistiera del cargo.
Si el PRD. No hubiese ganado el el 2000, ningún perredeísta hubiera cumplido con el pacto del 2y2 que se invento peña Gómez y que significo un sufrimiento mas que le acelero su enfermedad.
Lo que ocurre en ese partido en este momento es vergonzante, pues miles de candidatos han firmado pagares notariados por deudas millonarias que fingen tener con los que supuestamente los van a sustituir en tres o en cuatro años lo que demuestra la falta de confianza que hay entre ellos que no creen en sus candidatos y para apoyarlos los hacen firmar estos vergonzosos e ilegales contratos.
Estas acciones punibles del PRD. Solo se puede comparar con lo que ocurrió en Milán a principios de los 90, cuando fue calificada como “Tangentopolis” (”Ciudad de los sobornos”) por ser el epicentro de toda la corrupción institucionalizada que acabó barriendo judicial y políticamente a toda una generación política y al propio régimen que había gobernado el país durante más de cuarenta años. Todavía se utiliza para referirse a casos de corrupción e ilegalidad en distintos países.
En España, por ejemplo, se conoce que Zapatero fue bautizado como “Bambi” por Alfonso Guerra cuando en tiempos de la oposición socialista el actual presidente se ofrecía a firmar cuantos pactos fueran posibles con el PP, entonces en el Gobierno. Rajoy se ganó a pulso el mote de “el señor de los hilillos”, al cuestionar la cantidad de fuel que salía del Prestige hundido en la costa gallega. Ya para la memoria queda el apodo de “el califa” para referirse a Julio Anguita o el de “el hombre tranquilo” para Aznar, mote que se vino abajo prematuramente en la segunda legislatura con su estilo más beligerante que sosegado.
Ningún sobrenombre ha conseguido la capacidad de ser considerado sujeto político como en los casos de “il professore” para Prodi e “il cavaliere” para Berlusconi. No hay ningún otro caso comparable en la política democrática europea, con la excepción –quizás- de “la dama de hierro” en referencia a Margaret Tatcher. Su nivel de popularidad mediática se ha visto reforzado y legitimado por la íntima identificación de los candidatos respecto a sus motes. Berlusconi oficia de cavaliere y Prodi se siente como el professore más sensato de Italia. Se encuentra tan cómodo en el papel que incluso ha aceptado con sentido del humor la coletilla que el centro derecha le ha colgado tras el mote, llamándole el profesor “Mortadela”, por ser boloñés como el embutido. Sin amilanarse, Prodi no deja de repetir que asistiremos al triunfo de la “mortadela” que es, según afirmó, “la comida de la gente pobre, pero sabe bien y tiene sustancia”.
El candidato mortadela. Frente a Berlusconi se presenta un candidato con una imagen radicalmente opuesta. Las diferencias de estilos son tan fuertes que esconden y relegan aquellas otras que reflejan sus programas y propuestas. Prodi representa el anti cavaliere. Modesto, casi tímido, es un hombre de provincias que razona hasta el aburrimiento y que contrasta con el discurso dicharachero y populista del actual presidente. Frente a la seducción de Berlusconi, ofrece cortesía. Frente a la soberbia, la prudencia. Frente a la fuerza de la impunidad, la fuerza moral y ética. Frente a la voz y la sonrisa expansivas, Prodi ofrece un murmullo de tonos apagados que se escapan entre sus labios casi cerrados. Los italianos se enfrentan también a una elección entre dos maneras extremas de vivir la identidad italiana representadas por cada uno de los candidatos. Por ello, es posible que el éxito de ZP (desde la taquillera película “Viva Zapatero”, hasta el seguimiento que se hace de él en la prensa y en los medios políticos progresistas en Italia) sea un reflejo subconsciente de lo que les gustaría que fuera el candidato del centro izquierda. Sueñan con Zapatero pero se despiertan con Prodi. Envidian
(”Ciudad de los sobornos”) podría ser una calificación valida para identificar a esa cosa que se llama PRD y que en este país todavía hay quienes le dicen partido.
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