Por César Gutiérrez
4 de marzo 2019
Desde el año 2018, cuando observé en los parajes Ojo de
Agua, Saltadero, La Lomita y Palma Picada, entre otros del municipio de
Esperanza, provincia Valverde una forma extraña de hacer morir lentamente los
árboles, me dediqué a investigar el fenómeno: se trataba de una lenta agonía
donde los árboles, entre ellos cambrón, Arona, Baitoa y Roblillo, Iván muriendo de forma tan lenta,
que era difícil, a menos qué se obtuvieran una explicación científica, saber a
ciencia cierta lo que ocurría.
Inicié un recorrido por la cordillera septentrional,
acompañado del profesor Marino Rodríguez, entonces directora de la Unión de
Gestión Ambiental (UGAN) de la alcaldía de Esperanza y hombre conocedor del
medioambiente y preocupado por los daños a este realizados por el hombre.
En esos recorridos, a veces acompañado por ecologistas como
Pedro Polanco, Juan Manuel Madera. Frank Abeja y Ramón, nos adentramos a la
cima de la cordillera, donde se llevaba a cabo una depredación brutal realizada
por haitianos y dominicanos a quiénes los dueños de tierras le permitían cortar
todo tipo de árboles, arbustos y especies endémicas, para sembrarlos de
guandules, batata, yuca, ahuyama, etc. a cambio de que le entregaran los
terrenos limpios, después de un par de años, para que naciera malezas propias
de la zona y así dedicarlas a la cría de ganado vacuno. Para la ocasión, desde
mi posición de Director de Prensa de la alcaldía de Esperanza, inicié una
campaña diaria, tanto por el programa municipal Municipio, Gente y Opinión,
como por los medios digitales que para entonces comenzaban a tener una
presencia importante.
Recuerdo que cuando les preguntábamos a algunos trabajadores
de los ganaderos; que pasaría con sus futuras plantaciones y con sus reses,
cuando los ríos se agotaran fruto de esas depredaciones. La respuesta era
enviar, escopetas en manos y pistolas al cinto a los encargados de seguridad de
los predios para que nos “cuidaran” durante nuestros recorridos por la montaña.
Era mi compañero de cabina el Periodista Francisco Rodríguez
Torres, quien asumió, cómo el que más, nuestras denuncias. Era mi amigo, Andrés
Gómez director provincial de medio ambiente, quién más que correctivos,
prefirió polemizar y defender lo indefectiblemente. Era Nao Mena Alcalde, quién
aunque con presión de sus compañeritos del partido en Damajagua, no obstaculizó
nuestro trabajo de denuncias.
Recuerdo que: al final de uno de nuestros programas en la
emisora Rumbo 94.5 fm. luego de haber denunciado el uso de herbicidas,
sistémicos y organofosforados para matar, de forma lenta y casi invisible
árboles en La Lomita, Damajagua, recibí una llamada intimidatoria de un ex
policía, separado de la institución del orden por homicidio, quién me amenazaba
con tomar acciones en mi contra, si continuaba mis denuncias.
Ese ex policía había estado preso por matar con arma de
fuego a un ciudadano de mi pueblo, en plena vía pública.
Ahora bien, cuando iniciamos aquella campaña no teníamos ni
la más mínima certeza, de que tan pronto íbamos a poder decirles a los que no
tomaron los correctivos que el daño es irreversible.
Hace apenas meses, ganaderos y cosecheros de arroz de la
zona, realizaban una despreciable práctica de quemar la paja del arroz para
facilitar el arado de sus predios y adelantar las cosechas. Le comunicaba a
alguno de ellos la gran cantidad de ineptos que aran la tierra que esa mala
práctica desaparece. Quemar residuos agrícolas: tallos, pastos, hojas y
cáscaras, entre otros, continúa siendo la manera más económica y fácil de
deshacerse o reducir el volumen de materiales combustibles producto de las
actividades agrícolas. Este tipo de quema a cielo abierto se realiza a fin de
eliminar de manera rápida los restos de cosechas anteriores, así como limpiar,
podar y despejar la zona de cultivo. También se lleva a cabo con el objetivo de
liberar nutrientes para el siguiente ciclo productivo, así como eliminar moscos
y otras plagas de los campos de cultivo. Sin embargo, según estudios realizados
por la Comisión para la Cooperación Ambiental (CCA); se ha comprobado que; la
quema de biomasa, como madera, hojas, árboles y pastos; incluidos los residuos agrícolas,
produce 40% del dióxido de carbono (CO2), 32% del monóxido de carbono (CO), 20%
de la materia articulada o partículas de materia suspendidas (PM) y 50% de los
hidrocarburos aromáticos policíclicos (HAP) emitidos al ambiente a escala
mundial. Las quemas de residuos agrícolas son muy utilizadas a pesar de que no
se trata de un manejo ambientalmente aceptable. Además, desde el punto de vista
de la salud pública, resultan preocupantes por una serie de razones: Además,
desde el punto de vista de la salud pública, resultan preocupantes por una
serie de razones: El humo de las quemas agrícolas se libera a nivel o muy cerca
del suelo en áreas generalmente pobladas, lo que conlleva una exposición a los
contaminantes directa y elevada de la población aledaña. Estas quemas se
realizan generalmente por etapas, en temporadas específicas del año, y pueden
dar lugar a concentraciones muy elevadas de contaminantes.
Hoy todos los ríos, arroyos y cañadas están mermados y casi
desaparecidos por culpa de los depredadores y quiénes le impulsaron o
permitieron ese crimen.
Hoy los ganaderos claman por alimentos y agua para sus
ganados, después que ellos modificaron el medioambiente y destruyeron o
permitieron que otros destruyeran la biodiversidad.
El gobierno ha iniciado, a través del Ministerio de
Agricultura, la entrega de pacas de forraje y a diario miles de camiones
privados son avistados en las carreteras de la Línea Noroeste, cargando todo
tipo de especies como caña, habano de batata, yerba meca y par, etc. Extraídos
de fincas del valle del Cibao, donde hay riego por inundación y de montañas y
canales de riego, los que se han tenido que dedicar a limpiar para que los
dueños le permitan extraer de ellos el necesario pasto.
Nada de ello es suficiente y a pesar de esas acciones,
siguen muriendo decenas de animales y la situación se torna insoportable al
punto de que; algunos ganaderos han decidido emigrar con todo y ganado a otros
lugares y otros salen despavoridos camino arriba y camino abajo con sus reses
al hombro.
Este tétrico panorama, debe llamar a reflexión y cuando
vuelva a llover, tanto los ganaderos, como el gobierno, junto a las
instituciones medioambientalistas, deben realizar encuentros de sensibilización
para la protección del medioambiente, planificar programas de reforestación con
acompañamiento y crear mesas de seguimiento, así como panes de protección y
régimen de consecuencias, para evitar que se siga destruyendo esos bosques que
son el cinturón de vida humano y animal.
Es necesario crear una conciencia clara del deber humano con
el medioambiente, ese egoísmo que crece cada día en los seres humanos, cada
determinado tiempo nos toca algún efecto negativo de sus malas prácticas. Hoy
son los serranos, los noroesteamos, mañana seremos todos los afectados sino se
toman los correctivos y se va al mismo centro del asunto, los ganaderos que han
hecho tratas dañinas, esa masiva depredación.
Hoy, los ganaderos, muchos de ellos depredadores de las
cuencas de nuestros ríos, se ven en la obligación de solicitar la paja que se
quema y mandan obreros a levantarla, antes de que la quemen y muchos de ellos
que tienen plantaciones de arroz, la están recogiendo y guardando por
prevención. Esta práctica debería ser permanente, esa paja es de alto
rendimiento para el ganado.