Por Franklin Onésimo Tavárez Sánchez, M.A.M.
Santiago.-Con frecuencia leo declaraciones o visualizo informaciones de colegas comunicadores quejándose de disposiciones que les impiden grabar a pacientes que son atendidos en emergencias de centros de salud o que están recluidos en habitaciones internas.
Incluso, no faltan quienes atribuyan tal disposición al interés de impedirles que se hagan eco de situaciones noticiosas referente al correcto e incorrecto accionar de los funcionarios de la salud y aun cuando hago estos comentarios en momentos que la nación es dirigida por un gobierno con el que no comulgo, no puedo menos que considerar atinada la decisión de impedir la presencia de cámaras en los espacios donde hay enfermos y máximos si son heridos u accidentados.
A quienes no conozcan la constitución y las leyes les podría parecer extraño que un gremialista de la comunicación y maestro de comunicadores por generaciones (como quien suscribe), se exprese en esos términos y es justo ahí donde radican las causas de mis postulaciones, por cuanto conozco la legislación al respecto y un hombre o mujer de los medios no puede creerse por encima del yugo de la ley.
Lo que se impone es que los reporteros gráficos como auxiliares indispensables del periodista sean adiestrados en técnicas para colectar las informaciones en la fuente de la salud, ubicándose en su entorno, cuestionando a los familiares de los pacientes, yendo a sus domicilios, aprovechando la llegada o salida de esos recintos y por sobre todo aplicando la pirámide invertida y el respeto a la dignidad humana.
A sabiendas de que gran parte de quienes dirigen el área hospitalaria actúan en medio de tráficos de influencias y mal manejo de los fondos públicos, los medios de prensa tienen un excelente chance para exigir el acceso a los libros de estadísticas, proyecciones de la prevalencia de enfermedades y manejo de los recursos puestos bajo las responsabilidades de estos funcionarios públicos.
Sin embargo, de seguro que esa labor investigativa requeriría sentarse en las aulas y hacer algo más que tomar una cámara y grabar la sangre como espectáculo morboso en medio de un número importante de recursos humanos que se cree saberlo todo en comunicación y que tiene enemistad jurada con la capacitación continua.
Lo cierto es que desde los gremios que agrupan a los comunicadores y sus auxiliares, debemos enseñarles a nuestros colegas que no estamos por encima del bien y de mal y que un micrófono, una cámara o un ordenador no nos da el poder de cambiar las leyes y presentar pacientes incluso en ropas íntimas tras la cobertura de un accidente y sin editar las imágenes de forma previa.
Siempre seré un aliado de la clase profesional de la que forman parte los reporteros gráficos, pero por encima de esto está mi compromiso con el respeto a la dignidad del ciudadano y el deber como maestro de generaciones en la comunicadores de recordarle a nuestra propia clase que no se puede apoyar la sinrazón.
Digo esto, por cuanto todo mundo conoce mi actitud crítica contra los desaciertos de este desgogierno, pero como periodista que conozco los roles de la prensa, no puedo menos que decir que la decisión de impedir que sean grabados los pacientes en salas de emergencias es correcta y compromisaria de salvaguardar la dignidad del paciente.
En especial si con ello se impide que los televidentes sean sometidos a un feo espectáculo de sangre donde el protagonista que tuvo la desdicha de ser materia prima de la información de sangre, de seguro no dio el consentimiento, así que, hermanos de la prensa gráfica, es tiempo de avanzar, capacitarnos y recordar que si te encuentras en un escenario donde hay un accidentado grave y debes apagar la cámara y ayudarlo a recibir asistencia médica, la noticia pasa a un segundo plano y primero está tu compromiso con la preservación de la vida y la dignidad de los semejantes.
Nota:
El autor es secretario provincial de organización del SNTP, catedrático universitario en comunicación, presidente de la Red de Medios EPC y del instituto EPC de comunicación, presidente de la Asociación de locutores de Mao, Esperanza y Laguna Salada
